"Iba por sus ocupaciones con una pasión tan esmerada como baladíes eran aquellas. De un modo notable, las abordaba con cierta trabajosa minuciosidad como quien lleva a cabo la delicada tarea de salvar el universo. Se enamoraba de detalles minúsculos y cumplía con sus cargas como un Cristo obsesionado. Los pequeños gestos de sociabilidad de sus amigos constituían su abundante idea de humanidad, y unos cuantos libros apilados en un esquinero de madera hacían las veces de Paraíso. Esta magnificación de un modo de vida tan vulgar era atribuido por sus conocidos a una flaqueza moral, a la resignación y a la barroca idea de dotar de sentido su insoportable idea de existir. Esto último fue certeramente diagnósticado por una psicóloga ocasional que, a modo de augurio íntimo, vaticinó en silencio su total soledad afectiva sin saber que el esforzado infeliz le profesaba en conciencia una total entrega. Y así siguió aquella muda profesional su vida gris, confiada en sus profecías ocultas y tan segura de si misma que hasta el universo mismo parecía no necesitar salvación alguna."
Hilario Bielcassé, Notas sobre la Ciencia y sus Dogmas, 1936.-
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