miércoles, 27 de junio de 2012

Dos silencios.



"Iba por sus ocupaciones con una pasión tan esmerada como baladíes eran aquellas. De un modo notable, las abordaba con cierta trabajosa minuciosidad como quien lleva a cabo la delicada tarea de salvar el universo. Se enamoraba de detalles minúsculos y cumplía con sus cargas como un Cristo obsesionado. Los pequeños gestos de sociabilidad de sus amigos constituían su abundante idea de humanidad, y unos cuantos libros apilados en un esquinero de madera hacían las veces de Paraíso. Esta magnificación de un modo de vida tan vulgar era atribuido por sus conocidos a una flaqueza moral, a la resignación y a la barroca idea de dotar de sentido su insoportable idea de existir. Esto último fue certeramente diagnósticado por una psicóloga ocasional que, a modo de augurio íntimo, vaticinó en silencio su total soledad afectiva sin saber que el esforzado infeliz le profesaba en conciencia una total entrega. Y así siguió aquella muda profesional su vida gris, confiada en sus profecías ocultas y tan segura de si misma que hasta el universo mismo parecía no necesitar salvación alguna."

Hilario Bielcassé,  Notas sobre la Ciencia y sus Dogmas, 1936.-

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