Era tenue el vapor del café pero peceptible. De algún modo, pasar por encima de las oscuras letras los dedos cansados reforzaba la idea sensible de un texto que de a poco se perdía en la memoria de alguien que ya dejaba de serlo. Hacia el final sólo quedaba un vapor, fundido con el de un café aún perceptible.
Anzaldo de Comara, Fantasmagorías, 1922.-